Mi primera vez.
Paso como casi todas las cosas buenas de la vida : de imprevisto, me dirigía a hacer unas cosas ya planificadas y calculadas en mi agenda la cual sigo con rigor desde que llegué a Francia, y terminé encontrando placer en otra cuestión que no pensaba hacer… al menos no hoy.
No era la primera vez que nos encontrábamos y me sentía tentada, solo que anteriormente por tal o cual razón, no cedía. Hoy me deje llevar, me regalé un capricho.
Entré, me senté y me ofreció un jugo de manzana con pan de chocolate, lo tomé y como si nada entablamos una conversación en la cual sin darme cuenta mi vida quedo al descubierto: Mi edad, mi país, mis cicatrices, mis dolencias, mis actividades, mi situación sentimental, risas, nervios, mi color preferido, mis planes a futuro y hasta mi tipo de sangre. Yo estaba nerviosa, él lo percibía, sin embargo con una sonrisa cálida me aseguraba de nuevo. Esta había sido mi elección, yo sabía lo que hacía, yo decidí estar allí, nada es casualidad.
Entre jugos y panes me invito a otro cuarto, yo acepté, coloco su mano en mi espalda para confortarme.
-Deja tu abrigo y tu cartera, los guardaré… ponte cómoda, no te preocupes: todo estará bien.-
Si tuve un momento para salir corriendo fue ese, pensé decir no, de dejarlo hasta ahí y explicar que tenia cosas que hacer; que quizás en otro momento, otro día, otra vida, u otro cuerpo. Pero no lo hice.
Me invito a acostarme y le hice caso. – Toma mi mano- Me dio un ataque de risa nervioso, él rio conmigo –Espero que no seas de las gritonas- . Saco la cuestión del empaque, la coloco, conto uno o dos chistes para romper el hielo y cuando estuvo listo me hizo una seña. -Contemos hasta tres... Uno, dos...- Respiré, cerré los ojos, apreté los dedos de los pies mientras un escalofrio me sacudia. Sentí como pasaba por mi piel y al instante de imprevisto sangré. Pocos minutos más tarde todo había terminado. Puso su mano en mi frente me sonrio, y yo volvi en mi.
-Estas bien?
-Si, creo… pensé que seria peor.
-Quieres agua, jugo, te puedo ofrecer algo?
-No, no te preocupes, estoy bien. Quisiera mi abrigo, tengo un poco de frio.
-Es normal, toma. Estuviste excelente.
-Gracias.
-Volveras?
-Si, supongo, pero ahora debo irme mi hermano me espera afuera.
-Anda, gracias nuevamente.
-A ti por hacerme sentir comoda y darme confianza para hacerlo, estaba asustada y por eso nunca me atrevi antes.
-Es mi trabajo, es por una buena causa.
Le di un beso, me sacudió el cabello y mientras dejaba el cuarto me dijo con palabras de orgullo y agradecimiento.
-Por cierto: felicidades, acabas de salvar una vida.
Me volteé y me mostro la bolsa plástica donde quedarían guardados mis 240ml de sangre hasta que algún infortunado los necesite, y que con suerte, puedan salvarle.
Como todos los placeres de la vida, fue mi decisión, me dio miedo, dolió, pero valió la pena. Tú qué esperas para salvar una vida?.
2 comentarios:
wuao, que manera tan perfecta de relatar algo tan bello, como toda una venezolana con todo el doble sentido..jeeje..me parecio tan bonito q casi lloro jejeje...
jajjajaja ahi mi Su!! jajjajajaja gracias a Dios existes! jajajaj definitivamente debes seguir escribiendo jajajaja.... y felicidades bienvenida al club! Yo soy donante de sangre desde hace 7años y eso me hace muy feliz! no esperaba menos de ti! un beso grande amiga!
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